jueves, 1 de septiembre de 2011

Arte e identidad en El Quijote de Claudio Pacheco



El arte dominicano se ha construido desde una visión nacional o procurando una inclinación en el péndulo temático, por los paisajes (Yoryi Morel, Dionisio Blanco, Cándido Bidó), los rostros (Celeste Woss y Gil, Jorge Severino y Jaime Colson), los pasajes históricos (Luís Desangles), los ambientes sociales (Guillo Pérez, Federico Izquierdo), los temas de la realidad política (Asdrúbal Domínguez, Silvano Lora, Ada Balcácer) y los hechos culturales nuestros (Ledesma, Ricardo Toribio, entre otros artistas representativos).
El siglo XX produce las Escuelas de formación académica y viene con ello la influencia del mundo europeo dominante en la definición de la obra de arte.
Sin embargo, nuestro arte sigue en procura de un signo, de un embrión, que permitiera encontrar esa manera de traducir en el lienzo, nuestra realidad social y cultural, sin negarnos al mismo tiempo, a recibir lo mejor del exterior, muestra de lo cual es evidente en las vivencias de muchos de nuestros grandes pintores con el mundo exterior, sus escuelas, técnicas, referentes teóricos y otras influencias que han resultado de sinigual importancia en la definición de un arte nacional, a la vez que posee la calidad académica necesaria.
Así, arte e identidad son parte de un mismo eje, por cuyos motivos encontramos con frecuencia una referencia del ser nacional en la mayoría de las obras de nuestros pintores.
Esta preocupación no ha descuidado el arte abstracto, pues si bien es cierto que el arte expresivo está en muchas de sus representaciones, también lo subjetivo del arte no figurado, se cuela entre los lienzos de muchos de nuestros artistas que también han encontrado, en esta forma particular de comunicación, un medio para expresar estados interiores del alma y el espíritu, además de los estados anímicos que se le asociación, como entes sensibles de la sociedad y como seres humanos.
En su exposición Un Quijote del Caribe, del pintor santiaguero Claudio Pacheco encontramos esos esfuerzos renovados por la búsqueda de nuestros orígenes, de nuestras identidades esenciales como pueblo caribeño, multicultural y diverso. Tomando como referente la figura histórica de Don Quijote, Claudio Pacheco, nos traslada la novela, sus personajes y símbolos a un Caribe lleno de luces, de vegetación tórridamente tropical, de colorido y ritmo distanciado de la Europa medieval que acompañó al personaje de la novela de Miguel de Cervantes y su indisociable compañero, Sancho Panza.
En estos héroes anónimos de la historia gallarda que tejió al Caribe como escenario de encuentros y desencuentros de mundos, culturas y cosmogonías, capaces de rehacer la historia a partir de las hazañas desconcertantes y decididamente romántica de sus quijotes caribeños.
Hombres y mujeres apasionados por el mar y la radiante luz solar que hace compañía cada día, en un laberinto social de entrecruzados escenarios de una realidad agreste y desventurada. Venidos de mundos distintos para contar una historia de azares y casualidades. Nuestros grandes hitos históricos no son más que hazañas de quijotes, porque nuestras historias y sociedades no son más que el resultado de estos Caballeros caribeños que arriesgaron vida, para convertirse en leyenda, tan fuertes como las que representan los grandes hombres de la Corte europea medieval, época del Quijote Mayor.
Siendo el Caribe un espacio donde se encuentra el mundo, el quijote caribeño de Claudio Pacheco es una lectura invertida de éste, una apropiación legítima de nuestros referentes a partir de un personaje universalmente conocido y sin exclusividad de patenta. Por tanto, su interpretación queda a la libre elección de nuestros quijotes modernos, los propios artistas.
Este quijote del Caribe, puede ser el artista mismo reflejado en su obra como expresión de lo quijotesco del oficio en sociedades sufridas y condenadas al ostracismo como las nuestras. Pero también puede ser, una forma en la que el artista describe la quijotada o como diría Gabriel García Márquez, la macondada, de nuestros personajes sociales. El quijote de Claudio se me convierte sin querer como analogía, en el Macondo del novelista colombiano.
Pero también ese quijote del Caribe puede ser un esfuerzo temático del artista en reinterpretar la lección que encierra la obra de Cervantes, como esfuerzo de reafirmación de una identidad social, cultural y natural.
Entonces ante tal explicación posible, nos encontramos frente a un arte conceptual que elige el espinoso tema de la identidad como trasfondo de reflexión, para ayudar a caminar juntos los senderos de búsqueda de una identidad que se readecua, se recicla y en muchos casos se pierde, aportando de esa forma la muestra de Claudio Pacheco: El Quijote Caribeño, a una contribución profundamente interior del ser humano, como lo es su identidad.
Por tales razones, nos embriagan sus destempladas estampas, sus ausencias de sobriedad, sus atenuados colores, casi queriéndose perder en la tela, como advertencia talvez, que nos conduzca hacia el estado comático de nuestra identidad, o la descontextualización del molino en los campos dominicanos y tropicales, contraste, insinuosamente sugerente, de la asimetría de las leyendas contadas, con la gracia de un pincel juguetón, atrevido, satírico y profundamente retórico o al menos, a partir de los recursos reinterpretados por el artista, en esta vieja leyenda de la Europa de Héroes y Caballeros. Los quijotes nuestros se pueden sintetizar tal vez, en los aventureros que circundaron los mares del Caribe del pasado colonial o en muchos de nuestros caudillos, verdaderos Quijotes Caribeños más recientes.-


Critica de
Carlos Andujar
Antropólogo, sociólogo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario